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Arquitectos: Jorge Díaz Estudio
- Área: 65 m²
- Año: 2024
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Fotografías:Silvia Gil-Roldán
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Proveedores: Ceràmica Ferres

Descripción enviada por el equipo del proyecto. Reforma de una vivienda de los años 70 en el centro de Santa Cruz de Tenerife para una pareja y sus dos perros. El proyecto aborda la transformación de una vivienda de 71 m², marcada por su limitada fachada y una gran profundidad que, en su estado original, ofrecía una distribución rígida, compartimentada y dependiente de dos pequeños patios interiores para la iluminación y ventilación. El resultado era un espacio oscuro y angosto, carente de fluidez.


Con un presupuesto reducido, la estrategia se plantea desde la austeridad creativa: despejar el espacio mediante la eliminación de particiones innecesarias, permitiendo la entrada de luz y generando una distribución más flexible y abierta. La intervención se concentra en dos elementos clave; 1. Una pieza de servicio central que reúne baño, aseo y almacenamiento, optimizando el uso del espacio; 2. Un área de cocina-comedor abierta, organizada en torno a una isla de mármol de Carrara que se convierte en el corazón funcional y estético de la vivienda.


La demolición se ejecuta con precisión quirúrgica, preservando cuidadosamente el pavimento de terrazo original, que se mantiene como un testimonio de la historia de la casa. Las huellas de los antiguos muros se enfatizan con inserciones de mármol, reinterpretando la técnica japonesa del kintsugi, donde las fracturas no se ocultan, sino que se celebran, subrayando la belleza de lo imperfecto y lo vivido.


En los espacios donde el terrazo no pudo recuperarse, se introdujo un nuevo pavimento de terracota de 20x10 cm, utilizado también en los revestimientos verticales, zócalos y bancos. En contraste, una cerámica esmaltada amarilla del mismo formato aporta un toque vibrante en la isla y la sala de baño, estableciendo un diálogo cromático entre lo clásico y lo contemporáneo. Las instalaciones se dejan a la vista, y la iluminación parte de las paredes, descartando falsos techos para mantener la altura máxima y destacar la honestidad material del proyecto. La cocina y la isla se resuelven como elementos de obra, enfatizando la simplicidad y el rigor constructivo.


Como gesto final, se incorporan cortinas de terciopelo, capaces de dividir temporalmente los espacios, aportando una dimensión escenográfica que confiere al conjunto una atmósfera teatral, donde lo cotidiano se transforma en una experiencia espacial rica y dinámica. Esta intervención convierte las limitaciones iniciales en oportunidades para crear un hogar luminoso, flexible y lleno de carácter, donde la memoria arquitectónica y la vida contemporánea conviven en armonía.
